


Troisième arrêt
PARÍS, FRANCIA

Qué agradable Paris. Su frío otoñal, sus jardines con un velo de bruma encima, la torre Eiffel con todo su metal que para mí resulta encantadora y mística pero que parece que aún a los parisinos no termina de gustarles. Debe ser que para ellos es muy reciente; se necesitan de años para poderla apreciar. Y esa luna llena y majestuosa que le adorna la punta como si fuera un arete de perla. Mi iPod mientras tanto reproduce “Claire de lune” de Claude Debussy y yo me siento en el lugar indicado, con la música perfecta, y todo es una escena maravillosa que he conocido en otro momento de mi vida en donde sólo es un recuerdo; donde la posibilidad de estar en el inicio del siglo XX contemplando la luna llena sobre Paris mientras Debussy suena en un dispositivo mágico para la época, sería sólo producto de mi imaginación, producto de un deseo poderoso, o de una bitácora de clase.




Ahora deben ser como las 7:00am o algo así. Fue una noche tranquila y placentera, algo fría pero de descanso. Aquí sentada desde esta banca puedo entender por qué los impresionistas observaban el mundo como lo hacían en esta época. Desde este lugar, se viene a mi mente una de las obras que más me gusta del impresionismo: Louvre, mañana brumosa del gran Camille Pisarro. Y recuerdo que una de las cosas que más me gusta de esa obra son los tonos rosados y grises que la iluminan. Y es que es así: es que Paris es de ese color a esta hora del día en el otoño. Los colores de las construcciones, de las calles, de los puentes, del Sena, se desdibujan para colorear la ciudad de estos tonos fríos pero al mismo tiempo iluminados que difícilmente podrían apreciarse en una Paris del siglo XXI.
Seguramente la percepción del artista cambia en la medida en la que el mundo cambia. Las necesidades estéticas, emocionales y expresivas de la humanidad no son monolíticas y de manera inquebrantable tienen un vínculo construido con el mundo en el que habitan. Quizás pueda aparecer una apreciación obvia, pero es en este momento, cuando visito el lugar que habitaron las mentes y los cuerpos impresionistas, que permito que esa apreciación trascienda el conocimiento y pase por mi cuerpo, permitiéndome entender el poder de esta realidad como una fuente de inspiración irrefutable y evidente en el arte.


Aunque soy una bailarina de tendencias contemporáneas, sería un despropósito no darme el lujo de visitar el ballet de la Opera de Paris de principios de siglo XX. Qué mejor manera de terminar esta visita que presenciar una de las escenas que más inspiraron a Degas en su bello trabajo de bailarinas. Me siento tan emocionada que seguro me voy animar a enfundarme en esos tutús pomposos que van hasta la pantorrilla, y que vienen con cita roja satinada para anudar en la cintura; me recogeré el cabello en una perfecta moña y me montaré en la puntas de unas finas zapatillas. Plié, relevé, assemblé, cuopé, coupé, fouetté en tournant, degagé…
